Finalmente llegamos a Guilin, en un tren litera. Nos tocaron las literas del medio (éramos seis) y aunque eran las llamadas literas duras, la verdad es que eran bastante confortables.
El plan era llegar a Guilin, conseguir los billetes para Chengdu (próxima destinación) y encontrar un autobús para Yangshou dónde pasaríamos los siguientes tres días.
Yangshou es un pueblo pequeñito bordeando el río Li. El caso es que como es plena temporada alta, nos encontramos con un Benidorm chino (en vez de playa había río) en plena ebullición.
El idílico día de bicicleta se convirtieron en miles de millones de kilómetros (exagerada yo?? Anda ya!) recorridos sin rumbo para acabar en la carretera principal.
Al final, de mirar y remirar el mapa conseguimos reencauzarnos y seguir la ruta planeada. Con recompensa incluida, un refrescante bañito debajo del Dragon Bridge. Él cuál encontramos gracias a una chica que nos quería vender un tour y nos guió hasta el puente para que le compráramos la excursión. Evidentemente, después de llegar le hicimos un sueco y nos tiramos al agua sin pensarlo.
El paisaje que te acompaña a lo largo de la provincia de Guilin, y que se hace más visible en la población de Yangshou, se nos hacía muy familiar. Yo no se en otras comunidades o países, pero para los que somos catalanes, seguro que os recuerdan estas montañas a algo… Si, si, si…este es el lugar donde se inspiraron los japoneses para crear Songoku!!!
Para lo que nos pasemos noches en vela, sin saber si songoku mataría finalmente a cor petit o no… Hace que las vistas desde el Moon Hill, te lleven al pasado y recuerdes a Goku volando a través de las nubes. Aunque allí, la verdad no había ni nuvols kinton, ni las bolas del dragón, ni nada…. Sólo barquitas de bamboo paseando a chinos horteras, que lástima.
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